Sería absolutamente injusto si dejara que esta historia comenzara sin evocar a un progama de radio que hace justo 10 años estaba dando sus primeros pasos al aire y que dejó de emtirse a mediados de 2006. “El Refugio del Juego” se llama este programa, y uso el presente y no el pasado porque su espíritu lúdico se mantiene encendido crepitando en mi interior: jugar por jugar, jugar porque sí, el Juego como sinónimo de libertad absoluta y juventud imperecedera, la locura de dos imperfectos extraños que se abrazan en una tribuna con un solo grito, la felicidad en el rostro de un niño que corre detrás de una pelota como si la Tierra no girase, como si el tiempo no existiese. Pero el tiempo existe, para bien o para mal. Una década más tarde -con más panza y menos pelo- por suerte el Juego sigue siendo parte de mi vida, aunque ya no la sana costumbre de compartirlo tan abiertamente. Por eso abro esta puerta, para ir a jugar con vos. Porque no te conozco, y estoy convencido de que no existe ninguna manera mejor de conocerte que a través del Juego. Jugando a hacer un programa de radio tuve el orgullo de compartir el equipo de producción con grandes personas como Juan Pablo Gómez, Sebastián Silva, Sebastián Srur, Mariano Tomé, Patricio Dunckel y Andrés Giglio. Además, pude enriquecerme con la mirada de muchos protagonistas del Juego organizado -hecho deporte- a nivel amateur y profesional. Y como si todo esto fuera poco, cada emisión era culminada con la sonorización de textos escritos por distinguidos e ignotos autores. No hay manera de que toda esta experiencia no me haya signado para formar parte de lo que soy.
Así fue que, diez años después de su primera emisión, decidí que la sección final del programa se constituya como el primer casillero de este tablero indecifrable: cuentos, ensayos y hasta alguna que otra poesía referida al Juego, ése que brilla tanto en la estampa del deportista millonario como en la sonrisa del hijo que se desprende de los brazos de su padre para entregarse sobre la hamaca al misterioso vuelo del viento.
Así fue que, diez años después de su primera emisión, decidí que la sección final del programa se constituya como el primer casillero de este tablero indecifrable: cuentos, ensayos y hasta alguna que otra poesía referida al Juego, ése que brilla tanto en la estampa del deportista millonario como en la sonrisa del hijo que se desprende de los brazos de su padre para entregarse sobre la hamaca al misterioso vuelo del viento.