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jueves, 29 de octubre de 2009

"Abrazos de lluvia y fútbol", de Ariel Scher

En las tardes de infancia en las que acechaban tormentas que asustaban a las madres, y en los anocheceres de adolescencia durante los que temporales fieros conquistaban al mundo, y en los desafíos de adultez en los que mil nubes se rompían con una fuerza de nunca acabar, los amigos del barrio del Gordo ni se cubrían ni se escapaban ni se espantaban. Al contrario, repetían un ritual de risa y de fiesta: jugaban al fútbol con el alma y metían goles. En especial eso: cada vez que hacían uno, se juntaban todos y, además de abrazarse entre ellos, abrazaban a la lluvia.
Lo reveló durante un sábado de amagues de lluvia el propio Gordo en su paso habitual por el Bar de los Sábados, ese escenario de gentes que creían en los buenos saques de arco y en existir con honor. “Abrazaban a la lluvia porque la lluvia era compañera y a los compañeros se los abraza- explicó el Gordo-, pero, sobre todo, ese abrazo era para la naturaleza entera”. El Gordo detuvo su relato y trató de detectar, a través de las ventanas envejecidas del Bar de los Sábados, si vendría lluvia. Luego completó: “La naturaleza, qué maravilla”.
El Gordo contó, entonces, que sus amigos del barrio saludaban al sol en las finales que tenían sol, conversaban con el viento cuando el viento daba vueltas entre los mediocampistas y los delanteros, y le preguntaban por la salud de sus hojas y por el verde de sus copas a los árboles que, a los costados de las canchas, funcionaban como testigos de partidos que no conseguían otro público. Con el Bar de los Sábados en estado de sorpresa, el Gordo añadió otra historia de quiénes eran sus amigos y cuánto valoraban todo lo que los rodeaba: en las situaciones de mayor emoción futbolera, un amigo, acaso el más cariñoso, apoyaba las rodillas en el suelo, bajaba la boca y le daba un beso a la tierra.Un trueno módico sonó a la distancia y el Gordo se sintió tan convencido de que iba a llover como de que algún día en la humanidad habría más justicias que injusticias. “Lluvia... - avisó-; disculpen que esta vez los deje, pero me voy a ver jugar a mis amigos del barrio”. En el Bar de los Sábados, antes de que se fuera, lo vieron partir entusiasmado. No podía ser de otro modo. En el misterio de la lluvia, en la pasión del fútbol y en el corazón de los amigos siempre habita un abrazo posible. Es el abrazo a la vida.

domingo, 25 de octubre de 2009

El Juego y el Azar

Jugar bien es achicar el margen de azar que tiene el fútbol.
Marcelo Bielsa

domingo, 18 de octubre de 2009

Efren Reyes

En el Pool de Bola 9 generalmente hay que meter desde la bola 1 hasta la 9 en estricto orden para ganar la partida. Sin embargo, también se puede tocar primero la 1 para que ésta a su vez toque a la 9 y así tratar de ganar más rápido. A veces, algunos jugadores juegan a la defensiva al esconder la bola blanca de la que en ese momento hay que tocar obligatoriamente en primera instancia. Efren "El Mago" Reyes intenta hacer esto, pero cae preso de su propia trampa porque en su tiro emboca sin querer una bola y entonces debe tirar de nuevo.

El truco se presenta después de un poco de clásico misterio, aunque lo mejor de este video está al final. La Magia que brota de Reyes resulta tan increíble que genera la admiración de los fanáticos del pool, de quienes nunca lo han jugado e incluso de sus rivales de turno.

domingo, 11 de octubre de 2009

"El ídolo", de Eduardo Galeano

Y un buen día la diosa del viento besa el pie del hombre, el maltratado, el despreciado pie, y de ese beso nace el ídolo del fútbol. Nace en una cuna de paja y choza de lata y viene al mundo abrazado a una pelota.
Desde que aprende a caminar, sabe jugar. En sus años tempranos alegra los potreros, juega que te juega en los andurriales de los suburbios hasta que cae la noche y ya no se ve la pelota, y en sus años mozos vuela y hace volar en los estadios. Sus artes malabares convocan multitudes, domingo tras domingo, de victoria en victoria, de ovación en ovación.
La pelota lo busca, lo reconoce, lo necesita. En el pecho de su pie, ella descansa y se hamaca. Él le saca lustre y la hace hablar, y en esa charla de dos conversan millones de mudos. Los nadies, los condenados a ser por siempre nadies, pueden sentirse álguienes por un rato, por obra y gracia de esos pases devueltos al toque, esas gambetas que dibujan zetas en el césped, esos golazos de taquito o de chilena: cuando juega él, el cuadro tiene doce jugadores.
-¿Doce? ¡Quince tiene! ¡Veinte!
La pelota ríe, radiante, en el aire. Él baja, la duerme, la piropea, la baila, y viendo esas cosas jamás vistas sus adoradores sienten piedad por sus nietos aún no nacidos, que no las verán.
Pero el ídolo es ídolo por una rato nomás, humana eternidad, cosa de nada; y cuando al pie de oro le llega la hora de la mala pata, la estrella ha concluído su viaje desde el fulgor hasta el apagón. Está ese cuerpo con más remiendos que traje de payaso, y ya el acróbata es un paralítico, el artista una bestia:
-¡Con la herradura no!
La fuente de la felicidad pública se convierte en el pararrayos del público rencor:
-¡Momia!
A veces el ídolo no cae entero. Y a veces, cuando se rompe, la gente le devora los pedazos.

domingo, 4 de octubre de 2009

Las Tácticas y los Jugadores

En las tácticas creen mucho más los que no han jugado que quienes hayan jugado al fútbol. Quienes jugaron al fútbol creen en los jugadores.
Dante Panzeri